Opacidad y naturaleza desregulatoria del TTIP


La del TTIP es una historia precipitada y opaca que viene de mediados de los años 90, cuando se inicia el Diálogo Empresarial Transatlántico, pero que no comienza en firme hasta noviembre de 2011, cuando la Comisión Europea constituye un grupo de alto nivel específico. Este tiene como objetivo identificar las oportunidades que pudiera comportar el fortalecimiento de las relaciones comerciales y de inversión entre la UE y los EEUU.

De las 135 reuniones que celebra este grupo (la Comisión Europea constituye un grupo de alto nivel específico) entre enero de 2012 y abril de 2013, con tal de fijar una posición negociadora, 127 tienen lugar a puerta cerrada.

De ellas, 119 se dedican a grupos de interés y lobbies, tal y como recoge la lista que, finalmente, la Comisión se ve obligada a publicar. Las negociaciones se inician a partir de julio de 2013, una vez el Consejo Europeo fija el mandato correspondiente. Este es secreto y no será desclasificado hasta octubre de 2014, cuando la presión de la sociedad civil y de la defensora del pueblo de la UE se hace determinante.

Allí se ve que la negociación del TTIP va más allá de un tratado de libre comercio al uso, eso es, más allá de unas barreras arancelarias que, en el caso de UE y EEUU, son ya de por sí limitadas.

El objetivo cierto es la eliminación de las así llamadas medidas ‘no tarifarias’, que son leyes, estándares y normativas básicas que regulan un buen número de cuestiones que van de lo laboral a lo alimentario, pasando por el medioambiente, las finanzas o la propiedad intelectual.

La naturaleza del tratado es así desregulatoria y basa su valor añadido en los supuestos beneficios que comporta para el comercio la eliminación de normativa y de legislación.

No se trata por tanto de un trato entre estados para eliminar mutuamente aranceles, sino entre estados y grandes corporaciones, con tal de eliminar regulaciones en nombre de una supuesta eficiencia económica.